El sábado por la mañana Rosa debatía consigo misma si ir a trabajar o no.
“No entiendo por qué no quieren a uno aquí”, dijo. Rosa vive en Austin desde hace 35 años. Sus tres hijos nacieron y crecieron en la ciudad. (KUT no utiliza su nombre real porque es indocumentada).
Cuando se corrió la voz de que las autoridades de migración estaban rondando su vecindario, Rosa dijo que tenía miedo de que pudieran aparecer en el pabellón de comidas del sur de Austin, donde trabaja.
A final de cuentas decidió ir porque no podía permitirse un día libre.
“Tenemos que seguir adelante. Como quiera, cuidarnos, teniendo un poquito de precaución, y pues esperemos que todo esté bien”, dijo Rosa, “Dios marcará el camino y yo le seguiré”.
Los fines de semana, el pabellón de comidas junto a la autopista 183 suele estar abarrotado. El espacio al aire libre tiene alrededor de una docena de negocios y está a poca distancia de 812 Outdoor Market, un mercado de pulga hispano.
La fila en el puesto de tacos donde trabaja Rosa suele tener una fila de más de 15 metros. Pero últimamente, dice, no hay tantos clientes.
“Todos nos damos cuenta que la comunidad hispana es algo que mueve aquí a todo el mundo, no nada más a una tienda aquí o acá”.Esmeralda Suárez
“La gente no quiere salir”, dijo Rosa, señalando que los supermercados también han estado vacíos en su zona. “Antier fui a HEB en la tarde, no hay gente. No hay nada de gente”.
Esmeralda Suárez y su marido llevan 20 años siendo dueños de Barbacoa Santa Rosa, un popular puesto de comida en el pabellón.
“Todos nos damos cuenta que la comunidad hispana es algo que mueve aquí a todo el mundo, no nada más a una tienda aquí o acá”, dijo Suárez. “Los hispanos estamos aquí y trabajamos [aquí]”.
Dijo que estaba usando este fin de semana pasado como indicador de lo que puede esperar en las próximas semanas, y no le gusta lo que está viendo.
El sábado por la mañana, un puesto de joyería era el único vendedor ambulante instalado cerca del restaurante. Antes de la toma de posesión de Trump, cada fin de semana había alrededor de media docena de vendedores ambulantes.
“La gente está asustada por las políticas de Donald Trump”, dijo Abdías Domínguez, que atiende el puesto con su esposa.
Aunque es residente de Estados Unidos, dijo que él y su esposa también sienten el impacto de que la comunidad latina evite los espacios públicos y falte al trabajo.
“La economía perjudica a todos”, dijo Domínguez. "Si ellos no trabajan, ¿quién nos va a comprar?”.
A unos cuantos metros, en el 812 Outdoor Market, hay menos clientes que hace un mes.
En el extremo más alejado del mercado, un grupo toca música en vivo. En la pista de baile solo hay tres personas paradas. En un fin de semana normal, decenas de parejas estarían en la pista bailando a la música banda. Pero hoy no.
Los vendedores dicen que los pasillos del mercado también han estado menos concurridos en los dos últimos fines de semana.

“La otra vez cuando vino el presidente mismo, así estaba también”, dijo Ángelo Santos. Lleva 15 años vendiendo pavos, gallinas y huevos en el mercado.
Santos dijo que después de que Trump asumió la presidencia en 2016, tuvieron que pasar alrededor de seis meses para que el negocio se recuperara. Espera que esta vez no tarde tanto.
Unos puestos más adelante, Francisco Pérez también espera a que lleguen clientes. A las dos de la tarde, ha vendido tan solo $200 dólares en ropa y huaraches. En un fin de semana normal habría vendido entre $1,200 y $1,500 dólares. Pero tiene esperanzas de que las cosas mejoren.
Los comerciantes del mercado tienen que pagar aproximadamente $300 dólares de renta mensual, dependiendo del tamaño de sus puestos, además de otros gastos. La pérdida de clientes podría pasar factura.
“Afecta mucho la economía”, dice Pérez. “La gente tiene miedo de salir por miedo a que lo agarren” los agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos.
Sin embargo, dijo que no tiene miedo. Lleva dos años viviendo en Austin y ha ahorrado lo suficiente para abrir un negocio en México. Pérez confía en sus habilidades; sabe hornear pasteles y hacer pizzas.
“Mi familia está en México”, dijo. “Donde uno se ponga a luchar sale adelante”.
Pérez reconoce que es diferente para aquellos cuyas familias también están en Estados Unidos y han hecho su vida aquí. Pero incluso para Rosa, que lleva décadas en Austin, regresar a México es una posibilidad.
Rosa dijo que se ha sentido paranoica al salir de su casa y que consideraría la posibilidad de regresar si continúan ICE sigue rondando en su vecindario.
“Porque imagínate, me llevan. Así, ¿qué me voy a llevar?”, dijo. Si se marchara voluntariamente, sería bajo sus condiciones. “Así me puedo llevar mis cosas”.
Alejandra Jaime colaboró en este reportaje.